viernes, 27 de abril de 2018

Fauna aburguesada


No somos los únicos habitantes de la biosfera con tendencia al aburguesamiento. El proceso global de urbanización del planeta está llevando a que haya cada vez más habitantes no humanos en las ciudades. De ahí que debamos preguntarnos por los efectos de la vida urbana, ya sean positivos o negativos, sobre la fauna.

Para los animales silvestres, los principales atractivos de una ciudad son la escasez de depredadores y la abundancia de alimento. También ayuda el hecho de que sean islas de calor en los meses fríos, como bien saben las lavanderas blancas que eligen los centros urbanos para instalar sus dormideros comunales. Es lógico pensar que estas condiciones aumenten las probabilidades de supervivencia de diversas especies. Por ejemplo, los petirrojos de los parques de Bélgica han dejado de migrar.

A veces, la cantidad de alimento que ofrece una ciudad puede llegar a ser descomunal. Hay zonas de Sheffield, en Inglaterra, con una densidad de diez comederos por hectárea. Dicho de otra manera: un comedero por cada nueve pájaros que pueden usarlo. En todo el Reino Unido se estima que hay unos doce millones de casas que ofrecen alimento a las aves (1). Los beneficios no sólo se reflejan en términos de supervivencia, sino también en un incremento del éxito reproductor. El número de cajas anidaderas instaladas en ese país de amantes de las aves se cifra en unos 4’7 millones. Una ayuda nada desdeñable cuando escasean los árboles viejos y llenos de orificios con huecos para criar.


El aporte antrópico de alimento a la fauna puede tener derivadas insospechadas (foto: Albaláfoto).


Ventajas e inconvenientes
Pero no todo son ventajas. Las avecillas urbanas, sometidas a otras presiones selectivas, ya no temen al ser humano. Es lo que en inglés se denomina conducta bold (2). El paquete genético de la conducta bold no sólo incluye perder el miedo a las personas, sino también una mayor capacidad de exploración y una mayor agresividad. Por lo tanto, aunque las fuentes artificiales de comida incrementen la fecundidad, también favorecen la mortalidad por conflictos territoriales.

En jerga ecológica, la dinámica de poblaciones de los pajarillos urbanos está mucho más cerca de la Estrategia r que de la Estrategia K. Es decir, basan su éxito en producir una alta descendencia, no en una larga vida de los progenitores. De manera que la conducta bold, como potenciadora de la fecundidad, se mantiene en la población con el paso del tiempo, a pesar de cobrarse un precio en términos de supervivencia.

El papel que pueda jugar la reducción de flujo genético en la  adaptación de las pequeñas y aisladas poblaciones urbanas de pajarillos no puede descartarse de antemano. Pero probablemente l mecanismo más frecuente que genera cambios en el fenotipo, incluida la conducta, esté más ligado a la actividad de los genes saltarines en el marco de un nuevo medio. A juzgar por la rapidez con la que se reflejan los cambios, las nuevas presiones ambientales que impone la ciudad tienen bases tanto genéticas como epigenéticas.


El medio urbano como trampa ecológica
Aunque las ciudades parezcan con frecuencia un buen destino (3), a veces engañan. Pueden convertirse en un “sumidero atractivo”, una trampa ecológica con graves consecuencias negativas para la persistencia a largo plazo de las poblaciones implicadas. Un caso típico es el de las efímeras, gráciles insectos alados que ponen sus huevos en el asfalto porque refleja horizontalmente luz polarizada, al igual que la superficie de un estanque. Un efecto trampa que ya cumplían en su día, de forma natural, los pozos de brea, pero que ahora es mucho más frecuente en carreteras asfaltadas que pasan cerca de ríos y lagos (4).

Los psicólogos han descrito como “efecto halo” nuestra inclinación a considerar fiable a una persona si de entrada nos causa buena impresión. Por ejemplo, las personas físicamente atractivas suelen ser juzgadas como buenas. Pero en el terreno de la biología hay otros efectos halo. Los córvidos suelen estar bien representados en la fauna urbana, al igual que algunas rapaces, y juntos crean un halo alrededor de las ciudades cuando depredan sobre los nidos de otras aves no vinculadas al ambiente urbano. Una inesperada consecuencia: la fauna de las ciudades, al igual que nosotros, explota su entorno rural. Como una laguna con respecto a su cuenca hidrográfica.

Envejecer en la ciudad
Otro ejemplo habitual de los riesgos que la vida urbana depara a los pájaros es que el ruido del tráfico les incita a modificar la frecuencia de sus cantos. Aunque falta por demostrar que eso se traduzca en algún perjuicio para sus poblaciones, ya sea a través del éxito reproductor o de su tasa de supervivencia. Sin embargo, no solemos reparar en el peligro que conlleva introducir en la naturaleza el peor de nuestros males: el envejecimiento generalizado.

Viejos los ha habido siempre, pero poblaciones llenas de viejos no. Es lo propio de una sociedad con baja tasa de mortalidad a edades tempranas. Si generalizamos la instalación de comederos y los llenamos de comida enriquecida con vitaminas, cabe esperar que aumente la supervivencia de las aves y la duración de sus vidas. La selección natural ha empujado hacia el futuro los efectos negativos del paso del tiempo todo cuanto le ha sido posible, de manera que la mayoría de los animales silvestres mueren sin llegar a manifestar síntomas de envejecimiento. Vivir ahí fuera es difícil y cualquier merma en las capacidades físicas se salda inmediatamente con la muerte. Sin embargo, si las aves consiguen alimento abundante y con poco esfuerzo es fácil que alcancen edades en las que sí se manifiesta el envejecimiento. No sería de extrañar que en nuestros parques y jardines vivieran carboneros y verderones con artrosis.

Este envejecimiento inducido me parece la razón de mayor peso para oponerse al uso masivo de comederos para aves urbanas. Exportar a la biosfera los males de nuestra multitudinaria vejez no es plato de buen gusto. Si los amantes de las aves fuesen conscientes de las implicaciones fisiológicas de sus bienintencionados actos, quizá se lo pensarían dos veces antes de encargar el próximo recambio de comida para el comedero de su jardín.

Futuros urbanos
En cualquier caso, parece que las ventajas pesan más que los inconvenientes. Nuestras ciudades cada vez acogen a más pájaros forestales que antes sólo veíamos en los bosques y, en cambio, escasean los gorriones. No creo que ambos hechos guarden necesariamente una relación directa de causa-efecto. Los gorriones vivieron tiempos gloriosos en el pasado, cuando estaban favorecidos por el mundo rural. Ahora que ese entorno ha venido a menos, y lo poco que queda se intensifica, los gorriones siguen un camino paralelo. Una prueba de que los gorriones citadinos no eran independientes del medio rural en el extrarradio. A medida que la urbanización avance y las ciudades sean más limpias y sostenibles, la barrera que aún las separa del mundo rural se hará más difusa y la fauna silvestre seguirá acercándose al asfalto. Ya hay conejos que crían encantados en los espacios abiertos de los parques urbanos, un medio que empieza a escasear en nuestros montes. Detrás vendrán los linces, como de hecho pasa en las ciudades californianas con los linces rojos (Lynx rufus) y los pumas (Puma concolor), o en Bombay con los leopardos (Panthera pardus). Habrá que volver aprender a convivir con ellos en cercanía.

Bibliografía

(1) Shanahan, D.F. y otros autores (2014). The challenges of urban living. En Avian urban ecology, 3-20. D. Gil, y H. Brumm (eds.). Oxford University Press. Oxford.
(2) Riyahi, S. y otros autores (2015). Combined epigenetic and intraspecific variation of the DRD4 and SERT genes influence novelty seeking behavior in great tit Parus major. Epigenetics, 10: 516-525.
(3) Leston, L.F.V. y Rodewwald, A.D. (2006). Are urban forests ecological traps for understory birds? An examination using Northern cardinals. Biological Conservation, 131: 566-574.
(4) Kriska, G. y otros autores (1998). Why do mayflies lay their eggs en masse on dry asphalt roads? Water-imitating polarized light reflected from asphalt attracts Ephemeroptera. Journal of Experimental Biology, 15: 2.273-2.286.

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